A Mary Kay nunca le gustó que la llamaran "feminista", pero toda su vida estuvo comprometida en ayudar a las mujeres a superarse, tanto personal como profesionalmente.
Nacida en Texas en 1918, su infancia estuvo marcada por la soledad. Su padre estaba muy enfermo y su madre debía trabajar para mantener el hogar, con lo cual la pequeña debía arreglárselas sola gran parte del día. Esta experiencia forjó en ella una imagen de mujer muy clara: independiente, emprendedora, pero que también necesitaba marcar su presencia en el hogar.