Cuando
se pone uno ebrio, el último que lo sabe –aunque nunca lo reconozcamos- es uno
mismo.
Aflora
lo graciosos, lo simpático, lo inteligente, lo guapo, lo valiente…., pero se
ausenta el equilibrio, la congruencia, el razonamiento y … la dicción.
Curiosamente
como que la lengua se vuelve al revés y pronunciar algunas palabras es difícil.
Tal es el caso de: